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Argentina: Buenos Aires

Cementerio de La Recoleta: Marco Avellaneda

Marco Avellaneda (1814-1841) – el padre de Nicolás Avellaneda, gobernador de la provincia de Tucumán y opositor al rosismo (la doctrina que practicaban los seguidores del Gral. Juan Manuel de Rosas). Fue derrotado en la batalla de Quebracho Herrado, perseguido y decapitado en Metán y fue enterrado en el cementerio de la Recoleta y el monumento fue realizado por el escultor Biggi ordenado por su hijo Nicolás, quien luego sería Presidente de la Nación.

Marco Avellaneda aprendió las primeras letras en la escuela franciscana del padre Ramón de la Quintana, quien enseñaba Latín y Retórica. En 1823, sus padres se trasladaron a Tucumán y Marco pasó a Buenos Aires con una beca oficial para estudios en el Colegio de Ciencias Morales.

En 1834 obtuvo su título de doctor en Jurisprudencia. Ya por entonces se destacaba como orador, y sus compañeros lo llamaban Marco Tulio. Colaboró por esos años en el periódico El amigo del país. Quiso quedarse en Buenos Aires, pero sus padres lo llamaron a Tucumán.

Su trayectoria de hombre público es de ascensión rápida: síndico procurador, secretario de la Junta Protectora de la Escuela de Lancaster y legislador, en 1835. Tres años después, a los 25 de edad, es ya presidente de la Sala de Representantes de Tucumán. Autor de proyectos de interesantes, se le atribuye el de una Constitución, en 1833.

Avellaneda será, sucesivamente, ministro de los gobiernos de Bernabé Piedrabuena, de Pedro de Garmendia y del delegado Gregorio Aráoz de La Madrid. Derrotada la Liga del Norte por Oribe, en la batalla de Famaillá, el 19 de septiembre de 1841. Avellaneda debió exiliarse. A caballo, se dirigió a San Javier, pasó por Raco y siguió hacia el norte, buscando alcanzar Jujuy. Pero en la estancia La Alemania fue traicionado y arrestado. Junto con otros oficiales fue entregado a Oribe. Este dispuso se ejecución, que llevó a cabo el coronel Mariano Maza degollándolo el 3 de octubre en Metán. Marco Avellaneda, apodado "el mártir de Metán", fue una de las víctimas de los federales. Su cabeza fue expuesta para escarmiento, clavado en una pica, en el centro de la Plaza Independencia (en la actualidad se conserva la pica).

Nicolás Avellaneda vio la cabeza de su padre en una pica cuando tenía cinco años pero una mujer, Fortunata García de García, la rescató y permitió que se la inhume, sin que se sepa que era solo esa parte del cuerpo. Según la tradición, Fortunata la sacó de noche y le dio cristiana sepultura en el convento de San Francisco, para que tuviera después sepultura en la Recoleta.

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