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Argentina: Buenos Aires

Cementerio de La Recoleta: María Sanchez de Mendeville... y "la nieta de Napoleón"

Este sepulcro está realizado en mármol blanco, tiene una cruz latina en la cabecera y en las columnas laterales cruces y antorchas apagadas hacia abajo. Completan la ornamentación guirnaldas de flores, hojas y cintas.

Aquí yace María de todos los Santos Sánchez de Velasco (Mariquita) (1784-1868), una de las mujeres más famosas de la Argentina.

Su origen y sus dos matrimonios le aseguraban una posición social de primera línea, pero demostró que su personalidad bastaba para colocarla en el nivel que ocupó. Se convirtió en símbolo de la mujer argentina del pasado por la brillantez de su desempeño y la franqueza de sus actitudes.

Fue la compañera y confidente de los principales protagonistas de su generación. Estaban Echeverría (un escritor y poeta argentino, que introdujo el romanticismo en su país) la amaba, Juan Bautista Alberdi (un jurista, economista, político, escritor y músico argentino, autor intelectual de la Constitución Argentina de 1853) la consultaba cada vez que podía, Bartolomé Mitre (presidente de la Nación Argentina entre 1862 y 1868) la escuchaba y le permitía desplantes que a ninguna otra mujer le hubiera consentido.

Juan Manuel de Rosas (que en 1829 accedió al gobierno de la provincia de Buenos Aires y ocupó ese puesto durante veinticuatro años) jamás se atrevió a mover un dedo en su contra. Mariquita tomaba el té todas las tardes con Agustina, la madre del Restaurador (ese apodo recibió De Rosas por su título de "Restaurador de las Leyes e Instituciones de la Provincia de Buenos Aires") y era la única persona a la que Juan Manuel respetaba y temía.

Mariquita Sánchez protagonizó una romántica historia. Antes de cumplir quince años se enamoro de su primo Martín Thompson y se comprometió contra la opinión de sus padres. Decidió desobedecer la orden paterna de casarse con un comerciante veinte años mayor que ella. El precio a pagar fue el convento, como ocurría en aquellos años con las hijas díscolas. A esa sanción ella la vivió con dignidad y cada vez que pudo le dijo a las monjas que ella estaba enamorada del marino Martín Thompson, un hombre bello y valiente decía, con el que se iba a casar aunque su padre y toda su familia se opusieran.

En 1804, sostener estas posiciones era toda una manifestación de rebeldía. El casamiento de Mariquita y Martín lo terminó autorizando el virrey Sobremonte (el virrey De Rio de la Plata), después de que el novio presentara un “juicio de disenso”, figura jurídica reconocida por el derecho colonial para asegurar los derechos de quienes desobedecían la voluntad de sus padres.

Cerca de un año después de iniciado el juicio, los enamorados obtuvieron la autorización y la boda se realizó el 29 de julio de 1805. El matrimonio de Mariquita con Martín fue feliz y trágico. La pareja fue una de las protagonistas de las jornadas revolucionarias de 1810. Martín participó en reuniones secretas, intrigó, conspiró y en algún momento estuvo dispuesto a jugar su vida en defensa de la revolución. Mariquita lo acompañó y estuvo siempre a su lado.

Después de la revolución, Martín integrará la Sociedad Patriótica y en algún momento será designado embajador en Estados Unidos, el primer país que reconoció a los argentinos como nación. Allí, a Martín no le fallarán las convicciones pero le fallarían los nervios. Nunca se supo bien que le pasó, pero lo cierto es que lo internaron y luego lo subieron a un barco para que regresara a la Argentina. En el trayecto murió y su cuerpo fue arrojado al mar. Mariquita se enteró de que era viuda meses después.

Con su primer esposo tuvo cinco hijos: Clementina en 1807, Juan en 1809, Magdalena en 1811, Florencia en 1812 y Albina en 1817.

La vida de Mariquita estuvo ligada a los acontecimientos públicos. Abrazó con fervor la causa de la libertad y colaboró con todas las empresas patrióticas. Su casa de la calle Umquera, hoy Florida, acogió a las personalidades, atraídas por la hospitalidad graciosa y espiritual de la dueña. Los problemas más delicados eran debatidos allí, lo mismo que los temas literarios. Aseguran que en ese célebre salón se canto por primera vez la canción patria, el 14 de mayo de 1813.

Algunos suelen presentarla a Mariquita como una mujer frívola, simpática tal vez, pero irremediablemente superficial. La escena que más la recuerda es el célebre cuadro de Pedro Subercasseaux ("EN CASA DE MARIQUITA", 1813) y la tertulia cuando se estrena el Himno Nacional. Lo curioso es que existen serias dudas de que esa función de gala haya existido y que los acontecimientos hayan transcurrido en el salón de Mariquita. Sin embargo, el hecho de que Subercasseaux haya “inventado” la escena en la casa de Mariquita es también un testimonio de que ya para entonces ella era la mujer más importante de Buenos Aires y su salón era el lugar donde ocurrían los grandes sucesos.

Hay una canción relacionada con el tema:

En casa de Mariquita.

Yo soy la china del Alto
bien patriota y bien porteña
lo dice mi escarapela.

Con rebozo nuevo y aros
fui paseando por la plaza
para saber lo que pasa.

Me volvía para el Alto
cuando fui a una linda fiesta
con gente de tiros largos
y señoras muy compuestas
Déjenme que yo les cuente
lo que vi en aquella casa
de al lado de la ventana.

En casa de Mariquita
un canto nuevo dijeron
y yo lo estoy repitiendo.

Yo que soy china del Alto
y que no entiendo de nada
desde afuera lo entonaba.

Dice de un grito sagrado
de laureles y de gloria
de igualdad y libertades
de batallas y victorias
Este canto que es mi Patria
y era el que tanto esperaba
se me ha prendido en el alma.

Video (canta Mercedes Sosa): http://www.youtube.com/watch?v=9oGPxtltI2U

Para mediados de la década del veinte conoció a quien sería su segundo marido: el francés y diplomático Juan Bautista Washington Mandeville, cinco años menor que ella, lo cual era la comidilla de las comadres de la época. Toda la relación con ese funcionario francés estuvo teñida por la sospecha y la transgresión. Mariquita se puso de novia cuando todavía no había concluido el luto por la muerte de Thompson.

Tres hijos tuvieron Mandeville y Mariquita, pero la pareja no fue feliz y ella nunca se privó de acusar a su marido de perverso. A los problemas amorosos le sucedieron luego los litigios por los bienes. Mandeville murió en 1863, cinco años antes que Mariquita, pero hasta último momento se esforzó por hacerle la vida imposible a su ex mujer.

Cuando Bernardino Rivadavia (fue el primer presidente de Argentina, ejerciendo ese cargo entre el 8 de febrero de 1826 y el 7 de julio de 1827) fundo la Sociedad de Beneficencia requirió la ayuda de Mariquita, que fue fecunda y entusiasta. Para esos años era toda una novedad, y para muchos un escándalo que una mujer se hiciera cargo de una actividad pública. En 1820 otorgarle a la mujer un rol diferente al de tener hijos o someterse al marido era una verdadera revolución.

Mariquita fue la primera mujer que planteó en serio escribir la historia de las mujeres de su país. “Ellas también son gente” decía. Sus declaraciones sobre la condición femenina provocaron gran revuelo entre las almas beatas. Liberal y mundana, consideraba que el atraso de la Argentina se debía a tres factores: la ignorancia, el miedo y la Iglesia Católica.

Hacía algún viaje a Buenos Aires, pero su hogar estaba en Montevideo. En 1846 fue a Río de Janeiro y al año siguiente volvió a Montevideo. Reanudó su labor en la Sociedad de Beneficencia, de la que había sido presidenta en 1830 y 1832, y su salón volvió a brillar como antaño, acogiendo cuanto tuviese que ver con la cultura y el patriotismo. En 1866 y 1867 volvió a presidir la Sociedad de Beneficencia todavía en plena capacidad intelectual, pues trabajaba y escribía cartas admirables. La muerte le llegó el año siguiente, el 23 de octubre de 1868 (a la edad de 83 años).

Son muchas las historia y leyendas que rodean al místico Cementerio de la Recoleta y la tumba de Mariquita entre otras tantas. Se cuenta que en 1847 llegó a Argentina el conde Alexander Walweski, hijo de una amante del emperador Napoleón; su estadía en Argentina se debía a la negociación del fin del bloqueo francés al puerto de Buenos Aires.

A la semana de llegar su esposa dio a luz a una niña, Isabel, pero a los pocos días ésta falleció, ambos decidieron enterrar el cuerpo de su hija en el Cementerio de la Recoleta. Tras la reforma del mismo en 1880, se creyó que el cuerpecito de la niña se había perdido, pero los registros demostraron que los restos de la pequeña descansan en la tumba de su madrina, Mariquita Sánchez de Thompson.

De aquí nace la leyenda la cual señala que ciertas noches puede oírse el llanto de “la nieta de Napoleón”, proveniente de esa tumba; algunos se atreven a contar que si somos lo suficientemente valientes para acercarnos a dicha tumba, podremos ver a la pequeña niña llorando en los brazos de su madrina...

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